Un mono con una ballesta

noviembre 5, 2019 0 Por fjcristofol

Hoy en día ser político implica vivir con el convencimiento de que la mayoría de la sociedad te va a ver con cierta ojeriza. Algunos, los menos, por envidia; otros, la mayoría, porque la clase política se ha identificado como uno de los problemas sociales más relevantes. Yo tuve la tentación de entrar en política y, a Dios gracias, la dejé pasar para otro día. Lamentablemente, hay personajes que deciden vivir en la vida pública de la forma más despreocupada posible, sin ser consciente de la responsabilidad que conlleva ser representante público. Ay, ¡qué osada es la ignorancia! El político incívico es un arma de destrucción de votantes masiva. Un sólo elemento, mal acompañado y mal aconsejado por un secuaz de dudosas capacidades, puede acabar reventando a todo un partido y hacerlo saltar por los aires.

Es malo ser un político aprovechado e incívico, irresponsable con el mandato del pueblo, incoherente con la realidad social, cerrado a ejercer como servidor público. Eso es terriblemente malo. Sin embargo, eso no tiene porque ser peligroso. Simplemente es cutre: cobrar sin trabajar y mantener al colega mientras se ríen de los contribuyentes y, lo que es peor, de los compañeros de un partido esquilmado. Lo peligroso es conducir llevando en el asiento del copiloto a un mono con una ballesta. Cuando esa ballesta, además, apunta directamente a las sienes de quien ha decidido tomar las riendas del coche en el momento más complicado posible. Imagínate ir conduciendo con un primate manejando un arma que no sabe manejar mientras otro primate, aún menos lúcido, le azuza. Pues eso existe. Eso se ve en política. Lo leemos semana sí y semana también. Es terrible ver como la responsabilidad de un gobierno -local, regional o nacional- pende de un hilo tan fino como las ganas de trabajar de un elemento discordante. Lástima de aquel que llega a la política para enriquecerse trabajando menos de ocho meses al año y dejando la responsabilidad a los curritos que tratan de mantener los cimientos de un partido.

No te quieras imaginar, porque no puede caberte en la cabeza, a toda una ciudad secuestrada por un inconsciente que no piensa más que en sí mismo y su supervivencia a toda costa. En ese punto, en el del egoísmo más absoluto es donde uno lo da todo por perdido. La definitiva perversión de la política con nombre y apellidos, alguien sin valores, sin principios y sin moral. No te lo quieras imaginar, porque no puede existir una persona así… Porque los monos con ballesta sólo existen en la fantasía. No, me resisto a pensar que existan.

Publicado en vivamalaga.net