Un estadista
“España no puede ser de unos contra otros. España debe ser de todos y para todos. Así lo ha querido la sociedad española desde hace más de 40 años, así lo sigue queriendo y, sobre todo, así lo merece”. Así se pronunciaba el Rey Felipe VI al Congreso de los Diputados en la apertura de la XIV Legislatura. Un discurso que no escucharon unos cuantos que representan a unos pocos. Mientras en el interior del hemiciclo se invertían cuatro minutos en aplaudir el discurso de Su Majestad, en la sala de prensa Rufián perdía el tiempo mintiendo y arrogándose la representación de vascos, gallegos y catalanes. La parte por el todo.
Dos figuras muy diferentes: la primera, el Rey, heredero de una tradición de corruptelas palaciegas que trata de reponer el honor a una familia que ha perdido casi todo en ese ámbito; el otro, Rufián, un mindundi que no es capaz, siquiera, de leer de corrido un texto escrito para párvulos. No hace falta ser un monárquico cegado, porque no es mi caso, para reconocer la valía de Felipe de Borbón como estadista. Es normal, ha sido educado en la probeta del estadismo y tiene claro cuál es su papel. Rufián, el otro, tiene también muy claro su papel de actor malo de kabuki, de exageradas maneras y patetismo artificial.
Me quedo con el Rey, me quedo con Felipe VI. Me quedo con él y con esa triste idea de imaginarlo como un arma arrojadiza. Si fuerte lo asen en la izquierda nacionalista, más fuerte se aferra los ultramontanos de la derecha de Vox que agarran por el pescuezo a una institución a la que, en definitiva, están matando poco a poco. Asimilar la monarquía a una ideología política es lo que lleva pidiendo la extrema izquierda y el nacionalismo de derechas desde el principio de la democracia. Vox se la lleva a su rincón, desposeyendo de autoridad a una institución que ha generado más encuentros que discusiones hasta la última década.
El nacionalismo rancio independentista utiliza su mantra de la heredad franquista de la institución; el nacionalismo rancio españolista se queda en el colorista y vacuo lema: “VERDE: Viva el Rey de España”, copiado burdamente de aquel Viva Verdi que tantas paredes llenó en la Unificación Italiana. El Rey no es un arma, y ayer en el Congreso lo demostró. El Rey es un estadista, una figura de unión, de yunta, de coalición y de diálogo. No maltraten a la Corona, aunque no les guste.