Su lucha
La resaca del domingo sigue pasando factura. Estoy echando de menos esa hora menos de sueño por esperar hasta al escrutinio definitivo para saber cómo acababa el baile de Melilla. Por eso debe llamarse resaca electoral, porque hoy me sigue doliendo la cabeza. Estoy borracho de datos: entre Michavila, Tezanos, El Periòdic d’Andorra y el tipo de aquel bar que tenía clarísimo lo que ocurriría, sigo ebrio de datos. Cuidado, que ahora los estais mezclando y ya sabes que en la mezcla está el demonio. Recibí decenas de notificaciones durante la noche electoral: “Usa nuestro pactómetro”, diarios locales, nacionales, digitales… todos dando la posibilidad de usar una calculadora bonita. Mientras, en la tele, Ferreras añadía el logo del Copyright para dejar claro que aquella bobada es propiedad intelectual suya.
También tengo resaca de cosas que vi. No porque me molesten, que ya a uno le molestan pocas cosas y además sólo a primera hora de la mañana. Al pasar por algunos colegios electorales -soy de pocos vicios, pero extraños- me quedé con la cara de algunos interventores. En mis años mozos yo pasé por aquello: un joven con ganas de echar unas risas con amigos con muchas cosas mejores que hacer que estar quince horas de un domingo haciendo el canelo con un lanyard al cuello. Pero la edad es así. Al menos, curiosa. Me hice en mi cabeza un perfil demoscópico del votante de esos partidos que se salen del espectro. He visto chavales que no saben qué significa lo que hacen, pero lo hacen. Es cuestión de juventud.
Por la profesión, tengo un contacto continuado y habitual con jóvenes de diversas edades. Tengo una pequeña muestra estadística sobre la que montarme peliculitas y hacerme a la idea de lo que puede esperarnos. Hay partidos que han sabido pescar a la perfección en el río revuelto de los nuevos electores, mejor que otros partidos antes. Sigo tratando de buscarle una explicación a lo del domingo. Por un lado, se vienen a la cabeza ideas para combatir la deriva loca que está siguiendo el panorama político en España; por otro, en casa se está mejor y todos queremos creer que esto es una moda pasajera. Veremos pasar cadáveres políticos por delante de casa como ya vimos antes de estas elecciones. Pase lo que pase, a mí se me queda un sabor a Europa en la boca. Una Europa a la que apelar en estos momentos de turbidez, una Europa en la que hoy más que nunca quiero creer. Ante la desazón ideológica que me dejan las elecciones, pienso en la gran Europa que estaremos calentitos y seguros a pesar de las ideologías políticas disparatadas que podamos votar los españoles.
Publicado en vivamalaga.net