Programa, programa, programa
A Julio Anguita salieron a despedirle muchas personas en Córdoba. Con su mascarilla, con sus cosas, pero Anguita no se podía ir por la puertas de atrás. Con Julio Anguita y su tercer infarto hemos enterrado a un pilar de la democracia constituyente. Ahora que estamos con la bola de demolición dando bandazos de izquierda a derecha, pensar en lo que fue Anguita hace que uno se estremezca ante los tiempos pasados.
Hoy no hay un político que defienda aquello de: “Programa, programa, programa”. Nada de eso, ni el presidente ni el vicepresidente, ni algunos presidentes autonómicos, ni algunas muletas o bisagras de gobiernos autonómicos. Hemos perdido los principios. Ahora a nadie le importa el programa, lo que importa es tener el poder, exigir más poder y pegarse de codazos por el poder. Ahora que vemos tramas mafiosas en las sombras del Gobierno de la Comunidad de Madrid; ahora que vemos pisotones entre ministros del Gobierno Central; ahora que vemos a la expresidenta de la Junta de Andalucía rebajando sus niveles de coherencia hasta puntos vergonzantes… Ahora que el programa es un archivo eliminado de una web, a Anguita se le echa de menos.
Se le echaba de menos antes, cuando vivimos viendo a una izquierda que, a su habitual atomización, se sumaba una confrontación interna que preveía una mayor separación: más países, más adelantes, más unidos, pero menos podemos. Asunto tradicional… A Anguita se le debe una de esas frases de ciudadano ejemplar: “Medid a los políticos por lo que hacen, por el ejemplo. Aunque sea de extrema derecha, si es un hombre decente y los otros son unos ladrones, votad al de la extrema derecha”, algo impensable hoy en la que todo se ha convertido en extremoalgo. Quien no tiene como prefijo el extremo, lo tiene como sufijo. Todos estamos en algún polo para el que te observa desde enfrente.
Anguita se ha ido y su luz se acabará apagando enterrada en la basura política que hoy protagoniza el escenario. Anguita y su: “Programa, programa, programa” se ha quedado ahora en nada. La política de hoy se basa en el: “Confrontar, confrontar, confrontar” con las armas que sean. Se ha ido un elemento relevante de la democracia española. Mientras enterramos a Anguita, exhumamos armas para pelear, argumentos sin base e ideología arrojadiza. Los políticos juegan y los ciudadanos volvemos a llevarnos las manos a la cabeza. Puedo prometer y prometo que hubo un tiempo en el que volví a confiar en los políticos, pero lo ponen muy difícil. ¿Quién pondrá cordura desde casa? Adiós, Anguita.
Publicado en Andalucía Información