Malaka
Hace una semana, Chema Flores, redactor de El Economista, nos pedía a algunos tuiteros que hiciéramos una breve reflexión sobre la serie Malaka desde los ojos de los que vivimos a diario la ciudad. El consenso fue llamativo. Todos estábamos de acuerdo en afirmar que la serie da una imagen certera de esa Málaga que no sale habitualmente en los medios. Malaka no es un vídeo documental para poner en bucle en Fitur, es una realidad a la que los malagueños no podemos dar la espalda. Así somos, porque los barrios de Málaga son, como en todas las ciudades, un sistema de pesos y contrapesos. Para que existan barrios como el que se refleja en la serie de TVE, deben existir los barrios del otro lado. Oferta y demanda. Es el mercado amigos…
Lo de Salva Reina es estratosférico. Un malagueño haciendo de palmillero hablando un perfecto malaguita. Gloria bendita. Y es estratosférico porque Reina estaba, para algunos (levanto la mano), encasillado en papeles de graciosete tontorrón que él mismo había ido interpretando de maravilla. Películas españolas de relleno y series en prime time ayudan a labrarse una carrera. Pero el dramatismo y realismo del papel de Gato en Malaka elevan la interpretación de Chuki a otro nivel actoral, de esos que calan en el público local. Reina está haciendo el papel de su carrera y, además, está generando un movimiento en pro del dialecto malaguita. Ni el Diccionario del habla malagueña de Enrique del Pino, editado hace trece años, ha hecho tanto por sacar de las fronteras palabras de uso cotidiano. Hacer inteligible una conversación entre chaveas de la calle es obra de maestros.
La Málaga que se refleja de forma clara en Malaka es la porción de realidad que se proyecta más allá del centro de una ciudad hecha por y para el turismo, la del almacén que hay detrás del escaparate: esas calles sucias a medio barrer, tan reconocibles; esos líderes con mejores porcentajes de reconocimiento que los concejales, como El Chule o La Tota; las litronas en las plazas de los barrios, de una punta a la otra; las familias sin estructura, esas que hay en los pisos y en los chalés… Las verdades que sólo la ficción sabe contar, las realidades que una buena cámara, un buen guion y una buena interpretación ponen en el centro del debate local. Porque Malaka es una ficción tan verdadera que nos ha tocado la fibra. Sólo hay que querer mirar para encontrar la trama en la puerta de tu casa.
Publicado en vivamalaga.net