Málaga de festival
Decir que el Festival de Málaga es una fecha insustituible en nuestro calendario es una perogrullada. Se ha institucionalizado como una de las grandes celebraciones del año y se ha situado como uno de los eventos más relevantes de la Málaga cultural. Un elemento clave sobre el que Málaga ha construido esa imagen de foco de cultura emergente. El cine ha ayudado a situar a Málaga en el mapa. Los identificadores sirven para localizar a los foráneos que toman la ciudad levitando sobre rojas alfombras. Los locales nos echamos unas risas a su costa: “Fite el nota con el colgante, se vaya a perder”, es lo más bonito que solemos decir cuando vemos a un tipo paseando por Pedregalejo con el collarcito puesto. Los más jóvenes se echan a la calle a buscar famosos y apostarse en vallas revestidas para esperar el segundo en el que ver, de refilón, a algún actor patrio. Total, que el Festival es cosa de Málaga y está más que aceptado y asentado. Lo dicho, es una perogrullada discutirlo.
Al Festival se le suman, desde hace años, actividades que lo complementan y que lo acompañan en fechas previas. Se define como un prólogo del evento, pero con la clara vocación de celebrar la cultura y trata de “dialogar con la disciplina cinematográfica a través de diversas categorías y bajo miradas contemporáneas que ofrezcan nuevos significados desde los que reflexionar sobre el ejercicio de la cultura”. En definitiva, un parafestival cultural que trae y regala momentos inolvidables aunque, por momentos, poco o nada tenga que ver con el cine. ¿Qué más da? La cultura es transversal.
A Málaga de Festival, MaF, le debo haber vivido hace una semana un momento único y especial: un concierto acústico de Quique González acompañado en el acto por Luis García Montero, el genial poeta granadino. En el marco de MaF, el Centro Cultural María Victoria Atencia acogió un breve diálogo y un intenso concierto en torno a Las palabras vividas, un disco en común de estos dos artistas que presentaron en una noche mágica. Fue, sin dudarlo, una noche mágica, única y que, con la excusa del Festival y sin tener nada que ver con el cine, quizá no podríamos haber disfrutado sin estos eventos de MaF. Por no hablar de la maravilla de auditorio, recoleto y cercano, que tenemos en pleno centro. Poco más de 300 butacas que acogen como si fuera el salón de casa un espectáculo donde tocar y sentir la poesía y la música en vivo. Una gozada.
Publicado en vivamalaga.net