El hortera bélico
Estamos viendo en la tele a nuestros políticos por encima de nuestras posibilidades. Diariamente comparecencias de ministros que, en condiciones normales, tendrían niveles de conocimiento inferiores al 50%. Hoy todo el mundo conoce a Illa o a Díaz porque los tenemos hasta en la sopa. Es lo normal, claro, con la que tenemos encima. También vemos cada dos por tres a Marín y Bendodo, Juanma se mete en casa una vez a la semana… Al dúo Marín-Bendodo habría que cogerlos en un aparte y decirle a Juan que Elías es de los buenos, es decir, que juegan en el mismo equipo. Marín tiende a pegar el codazo vocal metiéndose entre el periodista y Bendodo para llevarse él el titular; o a meter, con calzador, una puntilla a lo que ha dicho su compañero de mesa. Muy raro…
Sin embargo, más allá de los políticos, ha calado en la sociedad el mensaje del presidente Sánchez o Ayuso. Un mensaje que tiene un vocabulario bélico, un rictus de invasión militar del ejército enemigo, un tono de pesadumbre que revienta en fuegos de artificio con el lenguaje de guerra. Estamos sentándonos delante del televisor a escuchar cómo un señor del barrio de Tetuán quiere parecerse a Churchill en la retórica y le escriben cosas grandilocuentes y absolutamente incoherentes. “Moral de victoria”, esa es la expresión que Iván Redondo, el estratega, mete con calzador en todos los discursos del presidente. ¿Qué carajo es la moral de victoria? ¿Vamos a salir al campo de batalla a pegarle pepinazos al virus? Joder, Pedro, que estamos encerrados en casa, aquí no hay moral de victoria que valga. Lo único que hay es resignación, simple y llanamente resignación. Ni moral de victoria ni tonterías del estilo. Nos toca resignarnos. Esto no es un campo de batalla, esto no es una guerra, esto no es ni siquiera una escaramuza. Estamos en que el Gobierno no tiene que pedir valentía a su pueblo, ni, como soltó Isabel Churchill Ayuso, hará falta “sangre, sudor y lágrimas”. Déjadme a Winston tranquilo, que él no os ha hecho nada.
Dejémonos de guerras, que no estamos para ponernos violentos. Con que los ciudadanos sepamos la verdad, con un lenguaje cercano y basado en la ciencia para todos, es más que suficiente. Olvidemos el lenguaje bélico, dejémonos de horteradas, que no está el horno para bollos. Ayer la gente no tenía claro qué hacer y por mi calle había tráfico como si fuera un lunes cualquiera y diciendo que estamos en guerra no vamos a ningún lado.
Publicado en vivamalaga.net