El drama de las heroínas de Srebrenica: «Moriré antes de encontrar a mis hijos»
Publicado en Papel de El Mundo. El trabajo fotográfico es de Pablo Cobos
Un grupo de mujeres se arremolina en torno a uno de los cientos de monolitos blancos. Ayer, como cada 11 de julio, Srebrenica conmemoró el aniversario de la matanza que, a finales del siglo pasado, derramó la sangre de miles de musulmanes. En este cementerio bosnio se recoge una estampa inédita en la mayoría de camposantos islámicos.
La tradición musulmana no permite que la mujer visite las tumbas. En muchos países de esta confesión, como Arabia Saudí, existen leyes escritas que prohíben esta práctica. Pero Srebrenica es una excepción. «Es un hecho demasiado extraordinario como para no permitirles participar» dice la antropóloga Marketa Slavkova, que ha estudiado el comportamiento de las mujeres de Srebrenica para la Comenius Universidad de Bratislava y la Universidad Carolina de Praga.
Las mujeres de Srebrenica viven entregadas al recuerdo de sus seres queridos y no cejan en su empeño de que aquellos que les arrebataron parte de sus vidas paguen por tanto dolor causado. «No existe justicia que nos haga volver a ser felices», explica Munira Subasic, de la Asociación de Madres de Srebrenica. «Nosotras trabajamos por la verdad, por encontrar los huesos de nuestros hijos…».
Una de ellas, Kadira Gabeljic, sufrió la pérdida de su marido y sus dos hijos a manos de los secuaces del líder militar Ratko Mladic: «Desde la masacre sólo he podido enterrar a mi marido», se lamenta. «Pero, ¿qué pasa con mis chicos? Del mayor sólo han encontrado su cabeza, una pierna y la parte inferior de su otra pierna. Del pequeño sólo han identificado partes de sus piernas… Seguramente muera antes de encontrarlos».
Una vez al año, Srebrenica vuelve sobre sus pasos para recordar el mayor genocidio conocido en Europa desde el protagonizado por los nazis. En sólo 10 días de julio de 1995, más de 8.000 bosnios musulmanes fueron ejecutados por el sanguinario ejército serbio de Radovan Karadzic, dirigido por Mladic. El recuerdo de La gran vergüenza se repite en los funerales que se celebran para dar sepultura a los restos identificados a lo largo del año.
Los funerales dan sepultura a los restos identificados a lo largo del año
Hejra es la esposa de Taib y de su matrimonio nacieron cuatro hijos:«Entre la familia de mi marido y la mía, 53 varones fueron aniquilados por el ejército», relata. «Sólo hemos podido enterrar a 20. De los otros 33 no hay restos o los que hay no son suficientes para darles sepultura».
Las tensiones entre las distintas etnias siguen presentes en las calles de Srebrenica. Así, la ciudad se convirtió en zona hostil para la familia de Hejra, por lo que se mudaron a la cercana Visoko. Es allí donde amortajan los restos ya identificados de los musulmanes asesinados: el punto de partida para los féretros que llegarán al camposanto de Potocari para ser enterrados.
Las musulmanas de Srebrenica esperan con anhelo cada 11 de julio. El lugar escogido para conmemorar a las víctimas está lleno de sentido: Potocari, es la antigua fábrica que las tropas holandesas utilizaron como base una vez que la ONU declaró la zona como «segura para refugiados» durante la Guerra de Bosnia. A siete kilómetros del centro de Srebrenica, hay un cementerio en el que cada año crecen las hojas de una inmensa margarita formada por los cuerpos identificados al ser enterrados. A un lado de la carretera, el depósito de ataúdes con los restos documentados que serán enterrados pasado mañana; al otro, el cementerio.
Hikmet Karcic, investigador en el Instituto para la Tradición Islámica de los Bosnios, confirma que Srebrenica es una excepción funeraria. «Afecta únicamente a los entierros colectivos y a las conmemoraciones de las víctimas del genocidio», explica. «Es así porque en muchos casos todos los hombres de una misma familia fueron asesinados, así que las mujeres comenzaron a asistir a los entierros».
La tradición islámica obliga a que el hombre tenga un papel predominante en la oración ante el cadáver, mientras la mujer queda en segunda fila. Sin embargo, el antiguo cuartel de Potocari, una vez que llegan los ataúdes con los restos identificados, recibe las visitas de mujeres que se reúnen por primera vez con sus familiares asesinados. Eso sí, hay momentos en los que la tradición musulmana sigue dejándolas a un lado: el día 11 los hombres rezan ante los féretros, pero no las mujeres. Ellas deben retirarse.
Las mujeres no son sólo protagonistas de ceremonias religiosas. Así, la asociación de Madres de Srebrenica se ha encargado de censar los más de 8.000 desaparecidos en el genocidio de Karadzic. También han demandado a Holanda. Y han ganado. Hace dos semanas la Corte de Apelación de La Haya consideró que los cascos azules de este país actuaron «ilegalmente» y que el Estado es parcialmente responsable de la matanza de los 350 musulmanes (no del resto) que estaban refugiados en la base militar.
El imán de Srebrenica, Damir Petali, habla de las madres como «un fenómeno en todos los aspectos». Son mujeres que han vivido la crudeza de ver morir a hermanos, maridos e hijos. «Siempre han estado ahí para ayudar a todo el mundo en Srebrenica».
Por eso no es anormal que, en este régimen de anormalidad social, los musulmanes hayan permitido esta transgresión. En Srebrenica, antes de la matanza, vivían más de 35.000 personas. Hoy apenas su censo supera las 15.000. Una decadencia demográfica marcada por los asesinatos y el exilio. El imán Petalilleva lleva casi 15 años en la comunidad y se alegra de que el porcentaje de bosnios musulmanes siga recuperándose para alcanzar el 72% previo a la masacre. «Nuestra guardería se quedó pequeña para acoger a nuestros niños», afirma Petali, que luce una margarita en su pecho. La misma flor que está dibujada con las tumbas en el cementerio de Potocari.
Hoy, las mujeres de Srebrenica siguen luchando y recuerdan cada año cómo Karadzic y Mladic arrebataron la vida de miles de los suyos. Ellas volverán estos días a rezar . Y seguirán haciéndolo, igual que cada año desde 1995.